Digno, obstinado y final

Por Sebastián Giménez. Escritor. Autor de los libros VEINTE RELATOS CUERVOS Y CUARENTENA DE RELATOS CUERVOS.

No alcanzó el empate en Brasil. Y sin embargo, el equipo terminó entero. Entre la eliminación ante Defensa y Justicia en la Copa Argentina y el partido de vuelta ante Santos de Brasil transcurrieron apenas diecinueve días, ni tres semanas. Aquella vez, el equipo había dado lástima, esta vez fue digno, expuso temple, obstinación, actitud.

San Lorenzo había dado mucha ventaja en Buenos Aires. Regalando un par de goles y el primer tiempo entero. Cambiando la actitud en el complemento, mereciendo empatar pero recibiendo el tercer gol en la agonía del encuentro.

Había que meter tres goles en Brasil, se propuso y necesitaba el equipo. Pero el partido arrancó con freno de mano puesto, muy cortado. Esa falta de continuidad en el juego le convenía al Santos, con su holgada ventaja. San Lorenzo otra vez no se podía armar, costaba muchísimo combinar, acertar unos pases que permitieran progresar en el juego. Santos salía cansinamente jugando con los centrales y teniéndola en su propio campo. En una escapada a los veintidós minutos, Marcos Almeida adelantó a los brasileños desde ángulo cerrado. Uno a cero pero San Lorenzo pareció no sentir tanto el golpe, como diciéndose que había que seguir metiendo tres goles, la misma vara alta y nada había cambiado. Y fue a presionar más arriba. Un buen cabezazo de Donatti terminó al lado del palo. Buena jugada de Ramírez, que le dio desde el borde de la media luna. Joao Paulo dio rebote y Uvita la fue a buscar entrándole bien al arco y rehaciéndose el arquero en la doble tapada. Uno a cero terminó el primer tiempo. Cuatro a uno abajo el global.

Y arrancó el segundo tiempo y fue a la carga San Lorenzo. Otra vez estuvo cerca Uvita Fernández tras una salida fallida del arquero. Pero de tanto ir el cántaro a la fuente, al final viene un contraataque y Gabi Rojas baja al delantero de ellos que se iba rumbo al gol. San Lorenzo queda con diez y Santos con un gol más en la siguiente jugada. Ya está, ¿qué más podía pasar? Con los locales mandando, subiendo todavía más la vara y el árbitro revoleando tarjetas. Cualquier cosa podía salir de ahí, nada menos bueno. Pero el equipo no se desanimó. Centro y gol de Di Santo para el descuento. ¿Qué había ya para perder? Era avanzar obstinadamente dejando servida cada contra. Pero seguía intentando San Lorenzo, una y otra vez casi como un nene pateando contra el frontón, que al final se aprende. A los ponchazos, a los golpes, sin tirar la toalla por más que fueran diez contra once. Un partido digno de San Lorenzo, que despertó una ensalada de sensaciones menos indiferencia. Pisárselas a los brazuca con los hermanos Romero, como diciendo nos vas ganando pero te vamos a tirar un caño como en el potrero. Que no se la van a llevar de arriba. Y buena combinación entre los dos y gol de media distancia de Ángel Romero. A la ratonera. Ahora faltaban sólo dos goles, con un hombre menos pero el ánimo por las nubes. Que no nos son extrañas las heroicas, que en el 2008 con dos menos le dimos vuelta una serie a River en el Monumental.

Que somos obstinados como pocos los cuervos y no le tenemos miedo a venir a Brasil o a cualquier otra cancha cuando se enciende el San Lorenzo de los milagros. Que en el minuto 83 llueven centros sobre el área del equipo que se creía ganador y los azulgranas le ponen las barbas en remojo. Que los salva su arquero en uno, dos tres revolcones. ¿Qué había que hacer tres? En la última jugada, y aunque ya sirviera sólo para la estadística, lo fue a buscar el equipo con Peruzzi, Troyansky, más allá de los nombres y la suerte que fue esquiva por esta vez. Cayó de pie San Lorenzo. Parafraseando el título del libro del gran Gordo Soriano: digno, obstinado y final.

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